Entramos en la vida por la puerta errada,
en un tiempo bellaco, con la cara sudada.
Nos sentimos llamar siempre más fuerte,
nos sentimos morir, pero no era la muerte.
Es la vida riendo que nos coge la mano,
nos quitó las cadenas, nos llevó a lo lejano.
Pero oyendo hablar de mujeres y vino,
de un amor bastardo que abortaba a un niño,
y de viejos mercantes y de ratas pagadas,
de fábricas vacías y de caras afamadas.
Rogamos a la vida: "No nos dejes morir si no hay un ocaso para poder recordar"
Y el ocaso ya estaba, era de noche en una casa.
El sol saliendo nos negaba el desprecio.
Pero oyendo hablar de una mujer en el espejo,
de un muchacho de veinte años que moría de viejo.
Y de un viejo recuerdo con veinte años pasados,
de ocasiones falladas y de trenes perdidos.
Descubrimos el amor, descubrimos la calle,
defendimos el honor con la sonrisa y la sangre.
Y olvidamos la casa y su calor como era,
por el calor más frío de una fría celda.
Y matamos al amor saludando a la muerte.
Y vencimos cantando aún más fuerte.
Ahora estamos separados, pero estamos unidos,
y lanzamos al cielo nuestro canto asesino.
Y ahora estamos separados, pero estamos unidos,
y lanzamos al cielo nuestro canto asesino.
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